El Maestro Akira, guía espiritual de la filosofía zen, vivió 50 años en León
Por Magdalena Méndez
La filosofía zen enseña el vivir el momento, la constante construcción del ser y el desapego. Y si alguien supo reflejarlo, fue el Maestro Akira, quien falleció a principios de junio en León, dejando un largo legado de espiritualidad en la ciudad.
Quienes lo conocieron, aseguran que era un hombre de pocas palabras, reservado para hablar de su vida personal, pero generoso en sus enseñanzas.
En 1967, un joven fotógrafo llamó la atención en León, tanto por su largo cabello como por su origen japonés. El confundido Akira trataba de llegar a Guadalajara para cubrir un torneo de futbol para el periódico nipón para el que trabajaba, pero se quedó en Guanajuato por error.
Acomedidos leoneses le explicaron que aunque sonaban parecido, Guanajuato y Guadalajara eran lugares diferentes.
“Tuvimos que enseñarle un mapa de México y decirle que aunque las palabras Guanajuato´ y ´Guadalajara´ tienen una fonética parecida, son 2 ciudades distintas”, recuerda Alfredo Ceseña, quien compartió incontables tardes con el Maestro Akira.
Akira nunca llegó a Guadalajara.
Decidió quedarse en León, donde lo habían recibido con tanta amabilidad y calidez, donde desde el principio se convirtió en maestro. Primero dio clases de karate, luego enseñó la filosofía zen en la Universidad de Guanajuato, guiando a cientos de alumnos por el camino de la iluminación y el desapego.
Desapego que practico religiosamente en sus últimos días, en los que incluso se negaba a ser internado en un hospital por su estado de salud.
Finalmente, falleció en un asilo de la ciudad, rodeado de sus memorias y su sabiduría.