Por Andrea Navarrete*
El periodo EDO (1603-1868) fue la época de mayor esplendor de las geishas.
En occidente se creía que eran mujeres que se alquilaban para la prostitución, pero no tiene nada que ver con eso. Sí son sensuales para los ojos de los japoneses, ¡pero son mucho más que eso!
Una geisha es una mujer que es llevada desde niña a una casa de té, llamada la okiya. Ahí ella va a ser preparada en las artes de la geisha. Porque ella debe aprender a tocar el Shimizu, debe aprender a bailar la danza del abanico con perfección, entre otras cosas.
Ella tiene que aprender una conversación que permita aligerar, animar, encantar y entretener a sus invitados. Que eran nada más y menos que gente poderosa; los grandes señores: Shogunes, daimyos, gobernantes. Ellas escuchan las largas pláticas y grandes decisiones en la vida de millones de japoneses.
Dicen que cuando las conversaciones están tensas, las geishas mueven el té con los palitos y aligeran el ambiente.
El escote de sus prendas está por detrás porque la sensualidad de las mujeres está en la espalda.
Debajo de la máscara blanca de la geisha hay un espacio entre la pintura y el comienzo del cabello. Ese espacio significa desnudez.
Debajo de la máscara ella está desnuda; no se puede enamorar porque lo suyo es entretener, lo suyo es ambientar.
Todo lo que la geisha hace es un arte en sí mismo durante toda su vida. Por eso largas jornadas nocturnas son parte de su vida.
Sus sentimientos son tan suyos, como el interior de ese maquillaje, porque realmente nadie puede saber lo que está pensando una geisha, ella no puede perder la compostura, no puede perder la mirada de lo que está haciendo porque su arte sostiene el mundo de las islas flotantes; ¡Es decir a TODO JAPÓN!
Ellas son personajes que juegan un papel vital, entre lo que los hombres quieren ver de ella y que ella nunca dejará ver completamente porque ella entiende la compleja psicología masculina, y saben comportarse para halagarlos sin atosigarlos, a no avergonzarlos, nunca ponerlos en evidencia y no hacerlos sentir fuera de lugar, (aunque lo estén), entender su vanidad, cultivar su inteligencia, compartir el lenguaje, la maravilla de las conversaciones.
Estas mujeres, como las historias de las islas de ese mundo nocturno, de ese mundo en el cual pasaron 3 siglos de aislamiento del periodo Edo, van a marcar toda la historia de Japón y junto con ellas van a cultivar las artes, la literatura, y el haiku, que de éste les contaré más adelante…
*La mexicana Andrea Navarrete es una viajera incansable. Ella nos compartirá sus experiencias como turista en Japón, y su gusto por conocer esta fascinante cultura.