Un naufragio en Nagasaki es el punto de partida en el camino a los altares de San Felipe de Jesús
Por Luis M. López
San Felipe de Jesús, el primer santo mexicano, vmurió en Japón, donde fue sacrificado ante la muchedumbre.
A causa de un naufragio, San Felipe llega a Japón en 1597. Aunque breve, su vida se convirtió en ejemplo de sacrificio y devoción en México lo que lo llevó a los altares.
San Felipe de Jesús, fue un joven rebelde e inquieto.
Existen versiones que Felipe no sabía muy bien qué hacer con su vida. A los 20 años de edad, su padre lo envió a Filipinas, un territorio próspero que comenzaban a explotar los españoles.
Al vivir en la ciudad de Manila, una zona nada pacífica, San Felipe buscó la calma y entró a un convento. Tres años después fue ordenado sacerdote en México y tenía que regresar.
Durante el viaje, una tormenta cambió la ruta de su embarcación.
Viajaban 26 personas entre laicos y religiosos. Uno de ellos era el santo japonés Pablo Miki y el único mexicano era Felipe de Jesús.
El trayecto por el Océano Pacífico podría durar hasta siete meses. El tiempo no les ayudó y durante un mes flotaron a la deriva hasta llegar a las costas de Japón, un territorio que a finales del siglo XVI era hostil para los católicos, expulsados y perseguidos por órdenes de Toyotomi Hideyoshi.
El feudal Toyotomi dio la orden de exhibirlos por distintas ciudades desde Kioto hasta la colina Nishizaka, en donde fueron crucificados seis sacerdotes franciscanos, tres jesuitas y 17 laicos japoneses.
Años después, San Felipe de Jesús fue nombrado oficialmente santo junto con el resto de la tripulación martirizada en Japón.
El periódico El Economista publicó en 2012 que la Iglesia mexicana aprobó que San Felipe de Jesús sea el santo de la juventud que ni estudia, ni trabaja debido a que él, durante esa etapa de su vida, no encontraba sentido a su existencia pero a través del camino de la fe descubrió su vocación entregando su vida por la religión.