En 1940 había en México una pequeña comunidad de inmigrantes y ciudadanos japoneses que la pasaron muy mal durante la Segunda Guerra Mundial.
Por Kokó México
Todo comenzó luego del ataque japonés a la isla de Pearl Harbor y la declaración de guerra de Estados Unidos, en diciembre de 1941.
Al estallar las bombas, el entonces presidente de México, Manuel Ávila Camacho, rompió relaciones con Japón, suspendió vínculos comerciales y ordenó una serie de restricciones a la pequeña comunidad nipona que vivía en México.
En aquel entonces eran cerca de 6 mil habitantes, dispersos en distintos estados del país como Baja California, Sonora, Veracruz, Sinaloa, Coahuila y Tamaulipas.
El gobierno mexicano ordenó que todos los japoneses debían concentrarse en las ciudades de México, Guadalajara, Cuernavaca y Puebla, aunque también hubo “campos de concentración” en Celaya y Querétaro.
Solo tuvieron un plazo de 8 días para dejar sus hogares, según las investigaciones académicos de la doctora María Elena Ota Mishima, el académico Francis Peddie y el doctor Sergio Hernández Galindo y que recientemente fueron publicadas por Infobae.
Sin importar su edad o sexo, o si ya eran ciudadanos mexicanos, la decisión que tomó el gobierno del presidente Manuel Ávila Camacho se debió a la exigencia del gobierno estadounidense de vigilar estrechamente a toda la comunidad japonesa, ante una supuesta invasión que planeaba el ejército nipón, según explica Sergio Hernández Galindo, autor del libro La Guerra contra los japoneses en México (2011).
El gobierno de Estados Unidos alertó a las autoridades mexicanas de la operación de espías japoneses y acciones de sabotaje de agentes japoneses residentes en el país. Incluso elaboró una lista negra de japoneses que debían ser vigilados por las autoridades mexicanas.
Como consecuencia, hubo expulsiones de japoneses y otros fueron sometidos a espionaje o encarcelados por considerar que representaban un peligro para México.
Las autoridades mexicanas congelaron los depósitos bancarios (sólo podían sacar 500 pesos al mes para su superviviencia), y cancelaron las cartas de naturalización anteriores a 1939 para los migrantes japoneses.
En sólo tres semanas de diciembre de 1941, la vida de los japoneses en México había dado un vuelco: estaban vigilados, con apenas dinero para sobrevivir y obligados a dejar sus hogares. Se calcula que eran mil 500 los mexicanos de ascendencia nipona.